Han pasado 11 años desde la primera vez en que me subí a un escenario con Sebastián García y Manuel Naranjo, 12 desde que empezamos a ensayar juntos, 13 desde que conocí a Sebastián y empecé a tocar con él, 19 desde que Manuel y yo empezamos a recibir algún tipo de formación musical y empezamos a tocar en casa; y sin embargo tomar la guitarra, el teclado, el ukulele o un iPad para empezar a componer alguna cosa sigue siendo un nuevo reto, como enfrentarse de nuevo a la página en blanco.
Bien dicen muchos que no existe la inspiración y que es mejor trabajar en hacer música, escribir, pintar, actuar o diseñar casi todo el tiempo para que de tanto trabajo salgan unas cuantas obras que en verdad valgan la pena; pero en un país como Colombia - en el que muchos artistas tenemos que dedicar gran parte de nuestro tiempo a otras actividades para poder financiar nuestros propios proyectos artísticos - esa dedicación 24/7 es privilegio de pocos.
Sin embargo siento que los esfuerzos compositivos de los últimos meses dan resultados cada vez más rápidos. Nos hacemos compositores cada vez más efectivos y contundentes, lo cual me lleva siempre a imaginar cómo sería la vida si por un golpe de suerte tuviésemos todas nuestras necesidades básicas de supervivencia satisfechas y no nos dedicásemos más que a hacer y publicar música. Esta paradoja de tener que hacer otras cosas para financiar el arte no es un dilema nuevo y probablemente dicho fenómeno no va a desaparecer nunca de la faz de la tierra. Antes de Beethoven todos los músicos históricamente importantes dependieron de un mecenas (generalmente un rey) que les garantizaba la supervivencia a cambio del uso personal de sus servicios como compositores. Grandes músicos posteriores vivieron de la docencia y fue sólo en el siglo XX que empezaron a existir esas grandes figuras que vivieron a sus anchas y como reyes gracias al mecenazgo de una industria discográfica que disfrutaba del monopolio comercial del la música.
En la actualidad y hacia un futuro será cada vez más común que los músicos vivan la vida de un profesional exitoso, en vez de vivir los excesos descomunales de las grandes estrellas del siglo XX. Es lo que Alvin Toffler ya vaticinaba en La Tercera Ola.
Pero no tomé un receso para hablarles de ese tema. Me quería tomar unos minutos para contar a los seguidores del grupo que vivo uno de esos bonitos periodos en los que tomo la guitarra y media hora más tarde tengo casi una canción lista, canción que será transformada en la sala de ensayo o radicalmente despedazada y reconstruida por las manos poderosas de Manuel, Sebastián y nuestro productor Andrés.
Creo que no vivía uno de estos periodos de impulso desde hace unos 7 u 8 años cuando empezamos a escribir las canciones para Empezar de Cero y la sensación es deliciosa.
Los planes concretos de grabación y lanzamiento de este nuevo material serán revelados en cuanto tengamos un rumbo más concreto y hayamos decidido cómo vamos a comercializar nuestra música y quiénes serán nuestros socios de aquí en adelante.
Gatoblanco sigue vivo. Seguimos haciendo música, tenemos mucho más para decir, mucha más música que pronto ya no será nuestra sino suya para que hagan con ella lo que deseen.
Abrazos y cariño infinito.
Cosmo